viernes, 13 de mayo de 2011

Un extraño en Madrid

7:00. Suena el despertador. Me levanto. Le meto un zapatazo al despertador. Ring, ring. Ring, ring. El muy jodido no se calla. ¿Qué coño hay que hacer para que se calle? Me cabreo. Le vuelvo a meter un cañonazo. Ahora sí: se ha rendido ante mi imponente presencia.

7:12. Joder, ¡qué puto frío! ¡¿Otra vez las puñeteras facturas?! Tiro la alcachofa con desgana… No, desgana no, desprecio. Puto desprecio. Pero no por la estúpida ducha; por mi jodida vida. Cojo la ropa aún con el cuerpo mojado y me la pongo. Me meto dos galletas mohosas en la boca y salgo corriendo de casa.

7:27. ¡Hay que joderse con el puto tráfico! Qué asco de ciudad. Mierda de gente, mierda de personas, mierda de gobierno, mierda de política, mierda de carreteras, mierda de patatas fritas del McDonalds… ¡Todo es una puta mierda! Y no son ni las ocho de la mañana…

7:36. Corro, corro como un puto negro. Dos horas para aparcar, y encima le he metido un bocata de la ostia a mi cascao “Renault-ito”. Eso es lo de menos ahora. Tengo que reventarme los pulmones, o no habrá paga. Y eso es algo que no me hace ni puta gracia.

7:37. Caigo malherido, magullado, confuso por la situación. Los gritos a mi alrededor me recuerdan que aún estoy vivo. Y me alegro. Por fin lo entiendo, por fin lo comprendo todo, por fin soy persona. Casualidades de la vida, hoy he vuelto a perder el tren y he terminado de perder también mi trabajo, pero no me importa; estoy feliz. Las llamas devorando el cartel de “Atocha” son el último recuerdo que me queda de mi amargada existencia. Se acabó la mala vida; hoy he vuelto a nacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario