lunes, 4 de abril de 2011

Mi primera Patata Frita


          Recuerdo el día en que te conocí; no debía de tener ni tres años. Era lunes y estaba con mamá haciendo la compra en el supermercado del pueblo. Habíamos pasado ya por hileras e hileras de estantes: chocolate, galletas, gominolas… Todo para mí era nuevo. Nuevos conocidos, nuevos acompañantes en mi futura y larga infancia. Pero ninguno me llamó la atención, al menos del modo en como lo hiciste tú. Cuando vi tu enorme  y colorida bolsa lo supe; supe que serías la mejor amiga de mi recién estrenado paladar.
          Pero lo mejor vino cuando te conocí en persona. Despertarte de tu largo letargo es uno de los momentos de mi vida que recuerdo con más cariño. Ese rotundo “plop” anunciaba algo nuevo y diferente, y cuando introduje mi nariz de duende en esa bolsa reluciente comprobé que era más que cierto. Con ese dulce aroma me enamoré definitivamente de ti, y eso que aún quedaba lo mejor. Te cogí, te sentí en mi mano diminuta. Eras tan bonita, tan linda, que cuando mamá me dijo que te comiera me negué rotundamente. Ese suave y reluciente tono dorado. Esa perfecta curvatura delimitada por un corte fino y preciso. Sin duda eras irresistible a la vista; a mí por lo menos me entraste por los ojos. Por eso me daba tanta pena destruir semejante maravilla.
          Lo cierto es que, al final, la lógica se impuso, y con lágrimas en los ojos te posé sobre mi lengua puntiaguda. Pasaron varios segundos hasta que empecé a masticar, pero eso tú ya lo sabes. Esa sangre tuya que es el aceite se combinaba de forma extraña pero maravillosa con ese toque de sal tan excitante. Cuando comencé a triturarte con mis pocos dientes descubrí cuan armonioso era tu crujir. Realmente quedé cautivado.
          Ha pasado mucho tiempo desde aquello; como puedes ver lo recuerdo con gran detalle. Pero desde entonces todo ha cambiado, no te voy a mentir. Ya no hay ninguna como tú. Ahora las hay lisas y onduladas, con y sin sal, grandes y pequeñas… Pueden ser Lays, Ruffles o la marca del Carrefour, me da lo mismo. Nada será comparable al día en que probé mi primera patata frita.